*Entrevista publicada en MILENIO el 23 de noviembre de 2009.
Escritor, periodista, guionista de cine y hombre de teatro, Vicente Leñero mostró un rostro desconocido para muchos el pasado sábado por la noche. Motivado por la emoción que le significó recibir el primer Premio Nacional de Letras Sinaloa 2009, abrió el arcón de sus recuerdos.
En una velada que tuvo lugar en el marco de la Octava Feria del Libro, Los Mochis 2009, su figura fue identificada como parte de "la Santísima Trinidad del teatro, junto con Hugo Argüelles y Emilio Carballido", por Sergio Jacobo Gutiérrez, director general del Instituto Sinaloense de Cultura, quien le hizo entrega del reconocimiento que consistió en una medalla y un cheque por 150 mil pesos.
Fue el escritor sinaloense Élmer Mendoza quien dio lectura al fallo del jurado, el cual determinó que este galardón debía otorgársele a Vicente Leñero (Guadalajara, 1933) por su honestidad y porque era una de las personas de la cultura mexicana con una trayectoria intachable.
"(Esta distinción me enaltece) porque proviene del maravilloso estado de Sinaloa, donde habitan amigos muy queridos, donde vivió muchos años la madre de mi mujer, donde floreció, con mi admirado amigo Óscar Liera, un teatro que ha enriquecido nuestra dramaturgia en nuestra escena", señaló Leñero, autor de La polvareda y otros cuentos.
Para agradecer el reconocimiento recordó las palabras que pronunció hace unos años cuando recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2002): "Siguen traduciendo mi pensamiento y sigue siendo vigente la preocupación que todos tenemos por los problemas que aquejan a la cultura en nuestro país".
Al paso de los años, al autor le sigue sorprendiendo el distanciamiento de muchos de nuestros dirigentes para situarse frente a la cultura: "Resulta insólito descubrir a un presidente, a un secretario de Estado, a un gobernador o a un líder parlamentario en la butaca de una sala de conciertos, asistiendo gozosos a una función (...) de no ser para cortar el listón inaugural y recorrer luego precipitadamente los salones (...). Por eso es lógico entender que no se haga lo necesario para promoverla. Habría que encontrar el modo de convertir la cultura en un artículo de primera necesidad".